Por Dr. José Loaiza, Director Programa Centroamericano de Maestría en Entomología (PCMENT) de la Universidad de Panamá.
Un 20 de agosto de 1897, Ronald Ross miraba a través de su microscopio cuando hizo un descubrimiento trascendental: ubicó parásitos Plasmodium en los tejidos internos del mosquito Anopheles que analizaba.
El médico británico develó por primera vez la dinámica de transmisión de la malaria, aseverando que era la hembra del mosquito quien transmite esta enfermedad entre los humanos. El hallazgo científico quedó calendarizado como el Día Mundial del Mosquito.
En esa misma época, el gobierno francés luchaba contra la malaria y la fiebre amarilla en Panamá en aras a construir un canal a nivel, que entre 1883 y 1889 cobró unas 22,189 vidas, lo que llevó el proyecto al fracaso.
Anuentes a las fallas en salud pública en ese primer intento canalero, los Estados Unidos de América puso en marcha los primeros ensayos de control de estas enfermedades a través de la eliminación de los mosquitos transmisores. El canal se completó finalmente gracias a medidas sanitarias fundamentadas en investigaciones sobre medicina tropical preventiva, y el uso extensivo de sustancias químicas para exterminar a los mosquitos. Y aunque la situación epidemiológica de Panamá mejoró considerablemente entre 1920 y 1970, la lucha contra los mosquitos continua hasta la actualidad. ¿La razón? Seguimos tratando las enfermedades infecciosas transmitidas por mosquitos como hace más de 100 años y, los esfuerzos en investigación se han reducido significativamente.
La pérdida de biodiversidad, la deforestación, el cambio climático, el acrecentado tránsito internacional, y la migración humana masiva han favorecido la persistencia de los mosquitos locales e incluso han contribuido a la invasión de nuevas especies vectores en el territorio nacional. Por ejemplo, entre 2002 y 2009, se reportó por primera vez en el país la llegada de dos nuevas especies de mosquitos, el Tigre Asiático, Aedes albopictus, y el vector más eficiente de malaria en Brasil, Anopheles darlingi. Estos hallazgos indican que existe un elevado riesgo de futuras epidemias y pandemias por dengue, zika, Chikungunya, y malaria en Panamá.
Las actividades humanas impulsan la proliferación y propagación de los mosquitos vectores del dengue y la malaria. El mosquito Tigre Asiático, Aedes albopictus, coloca sus huevecillos en las llantas usadas que se importan y distribuyen comercialmente en las carreteras del istmo. Esto promueve su expansión geográfica y le permite repoblar áreas donde previamente había sido eliminado con insecticidas. Igualmente, existen mutaciones en el genoma del mosquito de la fiebre amarilla, Aedes aegypti, que lo tornan resistente a los insecticidas mientras se dispersa a nivel nacional asistido por el trasiego de llantas usadas.
Por otro lado, la región del Darién ha experimentado epidemias de malaria recurrentes en los últimos años debido a la apertura de territorios adicionales para el cultivo de arroz, el pastoreo del ganado, la urbanización, y la migración humana masiva. La probable expansión del rango de distribución de Anopheles darlingi en la región central de Panamá es particularmente peligrosa porque podría causar la incursión de la malaria por Plasmodium falciparum, un tipo de parásito más letal, el cual nunca ha sido reportado en la región occidental del país.
La necesidad de esfuerzos colaborativos para el control del mosquito. Si bien el control químico ha sido el método más común para reducir la transmisión de enfermedades por mosquitos en Panamá, la cuestión sobre cuán eficientes son los insecticidas en aniquilar los vectores de enfermedades requiere de una consideración más profunda. Esta estrategia utiliza compuestos tóxicos o insecticidas para erradicar poblaciones de vectores y mitigar el riesgo de transmisión de patógenos. Pero después de un siglo de lucha contra el mosquito y de contaminación ambiental por la mala aplicación de insecticidas, el éxito general de ese enfoque queda en tela de duda. Además, existen muy pocos datos cuantitativos confiables a nivel nacional sobre la historia del uso de insecticidas y el impacto que han tenido en los mosquitos a largo plazo.
El número limitado de estudios sobre los patrones y mecanismos de resistencia a los insecticidas en Panamá resaltan la necesidad de un enfoque más sistemático y holístico como el de Una Salud o “One Health” para brindar seguimiento al uso indiscriminado de insecticidas. Se trata de una estrategia operativa de colaboración donde se recolectan sistemáticamente y comparten públicamente los datos sobre el uso de insecticidas permitiría un análisis cuantitativo sistemático para la toma de decisiones de control de mosquitos más efectivas y sostenibles. Esta propuesta se centra en proporcionar al departamento de control de vectores del Ministerio de Salud (Minsa) con los recursos financieros necesarios para promover acciones multidisciplinarias, interinstitucionales, e intersectoriales de prevención de enfermedades en el país. El ministerio de Ambiente, el ministerio de Agricultura (MIDA) y el Minsa, junto con empresas privadas e institutos de investigación, deben unir esfuerzos para crear un repositorio de datos abiertos que pueda ser utilizado para el desarrollo de nuevas políticas sobre el uso sustentable de insecticidas en Panamá. Esto brindaría un nuevo abordaje para investigar sobre la evolución de la resistencia a los insecticidas en especies de mosquitos como parte de una estrategia sostenible a largo plazo para minimizar la aparición de enfermedades emergentes.
La investigación científica del Equipo Mosquito o “Mosquito Team” en Panamá (https://www.mosquitoteampty.com).
Como ecólogo de enfermedades con vasta experiencia en patógenos transmitidos por mosquitos, el enfoque de mis investigaciones combina estudios de campo con experimentos de laboratorio sobre los mosquitos vectores de enfermedades, reservorios y patógenos para comprender sus interacciones y el potencial de emergencia de enfermedades. Esto ha permitido ejecutar investigación científica básica y aplicada que optimiza nuestra capacidad científico-técnica para mejorar la salud de los panameños y de los turistas que nos visitan. Además, he dedicado gran parte de mi carrera a promover la investigación científica colaborativa, con la misión específica de formar una nueva generación de investigadores. Como es investigador de planta del Indicasat AIP, científico asociado al Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), y coordinador académico del Programa Centroamericano de Maestría en Entomología de la Universidad de Panamá, estos esfuerzos se encaminan a promover un mayor intercambio académico y tecnológico con instituciones nacionales e internacionales. Es así como a la fecha, el Equipo Mosquito ha formado en sus filas a más de 30 estudiantes de licenciatura, maestría, doctorado, y postdoctorado, provenientes de los Estados Unidos de América, El Salvador, Honduras, Colombia, Bolivia, España, Francia, Inglaterra y Panamá.
Una de las líneas de investigación del Equipo Mosquito se centra en el estudio de la relación entre los cambios del uso de la tierra, la pérdida de la biodiversidad y la emergencia de enfermedades infecciosas. A la fecha se han realizado trabajos en colaboración el Departamento de Salud Pública del Estado de Nueva York (Wadsworth Center), el Instituto de Virología Charite de Alemania, el STRI, y la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos de América. Conjuntamente, el equipo Mosquito ha investigado los focos de posible aparición del virus emergentes como el Zika y Chikungunya en Panamá y la interacción ecológica entre Aedes albopictus y Aedes aegypti, ambos implicados en la transmisión del dengue a nivel mundial. Esta investigación ha sido también altamente colaborativa y a menudo adopta un enfoque transdisciplinario para abordar cuestiones novedosas dentro del área de la ecología de las enfermedades.
La otra cara del mosquito: Hoy, en el día Mundial del Mosquito, resaltamos el papel dañino de estos insectos; no obstante, queremos también reflexionar sobre los beneficios (servicios ecosistémicos) que brindan o contribuyen los mosquitos en los ecosistemas naturales. Igualmente, es necesario recordar que el ser humano también genera daño sistemático e irreversible en nuestro planeta. Incluso muchas veces son las alteraciones humanas como la deforestación, agricultura, y urbanización, las que facilitan el derrame de enfermedades transmitidas por mosquitos e incrementan el riesgo de epidemias en áreas deforestadas. En contexto, los mosquitos tienen más de 300 millones de años de evolución la Tierra, y por eso debemos estudiarlos, para entender cómo evitar que participen en la transmisión de nuevas enfermedades, pero entendiendo también que ellos juegan un papel beneficioso en los ecosistemas dulce acuícolas y terrestres del planeta. Los mosquitos son organismos fascinantes, no hay duda de eso, y debemos invertir más recursos para realizar investigación científica básica y aplicada sobre estos importantes insectos.