mayo 9, 2024

A finales de los años 70, la consulta de la CCSS, era insuficiente, en un grado mayúsculo, para satisfacer la demanda de los usuarios.

Todos los días, se vivían en el Hospital William Allen confrontaciones entre los asegurados que no obtenían citas y que subían desde la Consulta Externa hasta la Dirección Médica en una impresionante marcha de la inconformidad.

La insatisfacción fue organizándose y se empezaron a realizar reuniones, los días lunes, en el viejo Gimnasio Municipal.

El peso lo llevaban las organizaciones locales de izquierda y allí conocí a dos luchadoras, Nora Segura y Carmelina García y a un regidor municipal, José Rafael Arce Vindas, todo energía, integridad, inteligencia política y valentía.

Regidor en cuatro ocasiones, por partidos de izquierda, pequeños, obstaculizados, casi que boicoteados.

Pero siempre ocurría el milagro, a pesar de las piedras del camino, Arce Vindas salía electo regidor.

Los votos siempre le sobraron pues eran producto de un trabajo permanente, inclaudicable, tesonero, hecho para favorecer a los más necesitados, a aquellos que se quedaban al margen de los beneficios de la sociedad.

Nacido políticamente en las bases populares de un cantón de la periferia, llegó a ser muy respetado y escuchado en las cúpulas de la izquierda costarricense, aquella formada en gran parte en la teoría de los libros.

Pequeño y exitoso empresario y comerciante, hecho en el trabajo y el esfuerzo siempre pensé que tal condición lo podría haber hecho un pequeño burgués reaccionario pero fue todo lo contrario, a tal grado que me parece, su quehacer político y su bondad terminaron afectando sus negocios.

Con José Rafael, y un grupo grande de amigos, compartí por años la mejenga sabatina del CATIE.

En una ocasión nos sorprendió con un detallado y extenso registro de resultados y goleadores, donde destacaba con orgullo sus goles.

Cuando el Comité Cantonal de Deportes y la CCSS empezaron sus programas de actividad física y promoción de la salud, Arce se convirtió en uno de los más fieles y apasionados participantes y ello le dio calidad de vida.

Por años tuve la fortuna de ser su médico, al igual que el de su padre y madre y hermanos, descubriendo entonces una familia extraordinaria de gente inteligente, trabajadora y de principios.

Me parece que Turrialba debe ubicarlo entre sus políticos más distinguidos, productivos y sacrificados.

Hoy, desde algún lugar de la costa del Pacífico, les hago llegar, a sus deudos y familiares, mis sinceras muestras de dolor.


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