Cada invierno, la negligencia y el robo del hierro ponen en riesgo a niños y transeúntes. Es hora de que las autoridades actúen.
Por Esther Castillo Jiménez.
Cada invierno vuelve la tragedia. Un niño, caminando bajo un aguacero con su madre, se tropieza, se le escapa de la mano y cae en una alcantarilla sin tapa. Cinco días después, aún no lo han encontrado. El año pasado ocurrió algo similar: un hombre bajó de un bus, cayó en una alcantarilla abierta y fue arrastrado por la corriente hasta el río, donde apareció muerto.
¿Hasta cuándo seguirá pasando lo mismo por culpa de ladrones y topadores sin corazón? Lo más grave es que las autoridades parecen mirar para otro lado. Alcantarillas sin tapa y sin rejas abundan, como la ubicada frente a la gasolinera La Pacífica en Río Segundo de Alajuela, que lleva más de siete años abierta. Quien no conoce la ruta corre el riesgo de perder la llanta del carro, como me ocurrió a mí. Hoy, cada vez que paso, debo extremar la precaución para esquivar ese hueco.
Mientras tanto, quienes roban ese material del gobierno (tapas, rejas, señales y perlines) siguen operando con impunidad, vendiendo lo público a escondidas y poniendo en riesgo vidas inocentes. Si el OIJ puede actuar con determinación contra narcos y asesinos, ¿por qué no hacer lo mismo con las chatarreras y topadores? Seguro allí está el hierro que nos cuesta a todos. Ya va siendo hora de que le pongan mente a esos establecimientos y que las autoridades tomen medidas efectivas para proteger a la ciudadanía.
No se trata solo de recuperar material robado; se trata de salvar vidas, de que nadie más tenga que desaparecer en un aguacero o ser arrastrado por la corriente por la negligencia de quienes lucran con lo ajeno. Es momento de que el gobierno cumpla su función: seguridad y prevención, no solo reacción tardía.